¿EL ÚLTIMO ÍDOLO?

The heroes rest upon the sighs
of Thor’s trusty hand maidens.
Midnight lonely whisper cries,
«We’re getting a bit short on heroes lately.»

Ian Anderson (Jethro Tull): “Cold wind to Valhalla”

Le hicieron la despedida al Tony Pacheco y la promocionaron como la del “último ídolo aurinegro”. Y si bien ese título lleva implícito un “hasta ahora” es muy probable que termine siendo definitivo.  Siguiendo por este camino – y nada hace prever que esto vaya a cambiar – va a ser difícil el surgimiento de nuevos ídolos del fútbol uruguayo a nivel de clubes, no solo en Peñarol, sino en cualquier otro equipo. Pacheco jugó en Peñarol de 1993 a 2000, de 2007 a 2011  y de 2012 a 2015, un total de 14 años interrumpidos por un pasaje importante por el fútbol europeo. En esos 14 años contribuyó  a que Peñarol ganara 8 campeonatos uruguayos, incluido el famoso quinquenio. Es difícil que vuelva a ocurrir algo parecido con un jugador de calidad, ya que, cada vez más, los buenos jugadores se van rápido a jugar al exterior y generalmente no retornan hasta unos cuantos años después, y si lo hacen es por breves pasajes. Algunos de ellos vuelven en el final de su carrera al club con el que se identifican, pero son los menos.  Los que hoy se pasean por las canchas uruguayas o son juveniles que están esperando la oportunidad para irse al extranjera,  son veteranos que están de regreso o – si están en una edad intermedia – son jugadores medio pelo para abajo que no tienen la calidad para que los contraten en equipos del exterior (ni siquiera en clubes de la segunda división). También están en esa categoría los que tienen frecuentes lesiones que no les dejan levantar cabeza o aquellos que pintaron bien pero no les dio “la cabecita” como para hacer una carrera profesional. Y encima cuando uno de los jugadores más importantes del fútbol uruguayo – estoy, obviamente,  hablando de Forlán – aparece ya en el ocaso de su carrera pero con algunos restos de su calidad más que suficientes como para destacarse entre la mediocridad local, nadie le entiende su juego (cuantas veces lo vimos picando y entrando en fuera de juego porque el que tenía la pelota se demoraba en pasarla) y terminan haciéndole la vida imposible al punto que se tiene que ir – se fue a jugar a la India !!!!  – y no quiere saber nada con volver por más que Damiani salga a rogárselo.

En los últimos años para contar los ídolos futbolísticos a nivel de equipos sobran los dedos de una mano. El que enseguida me viene a la mente es el caso de Pablo Bengoechea, jugando ininterrumpidamente en Peñarol entre 1993 y 2003.  En Nacional cuesta más encontrar un ídolo. El Chino Recoba ha sido tal vez el último gran jugador que pasó por sus filas, pero no fue mucho el tiempo que estuvo como para cultivar tanta idolatría. Tal vez haya que remontarse hasta las épocas de Hugo de León para encontrar a alguien que cumpliera con la condición de haber estado mucho tiempo en la Institución, ser crack importante, ganador y muy identificado con el club. O Ruben Sosa, aunque es claro que llegó a Nacional en el ocaso de su carrera y tal vez tenga una mayor identificación con Danubio. Carrasco podría, perfectamente haber desempeñado ese rol, ya que jugó diez años en los tricolores en distintos períodos, pero es evidente que le faltó empatía con la institución, especialmente con su hinchada, que nunca lo quiso. Si hasta lo sacaron de técnico luego que lo sacó campeón uruguayo.

Si uno va más lejos en el tiempo puede encontrar a Morena, el Pato Aguilera, Paolo Montero,  el Indio Olivera, Rodolfo Rodríguez, Alvez, como grandes referentes. Y ni qué hablar de la década de los 60. Cuántos años jugaron – y juntos – Rocha, Spencer, Joya, el Tito Goncálvez en Peñarol, y Cococho, Domingo Pérez, Cascarilla Morales, Manga, en Nacional por nombrar algunos. Y podríamos seguir indefinidamente para atrás y la lista probablemente sería cada vez más espesa.

La continuidad de jugadores en un equipo hace mucho a la adhesión del hincha con éste. El hincha se identifica más con el equipo si reconoce sus jugadores y se va encariñando con éstos. Es hincha también de ellos.  Si el plantel rota casi totalmente cada dos o tres años o menos es imposible que los vaya incorporando a su memoria y cuando mira hacia atrás lo que encontrará será que su club favorito es una cáscara vacía donde han desfilado furtivamente unos cuantos profesionales a sueldo, de los cuales ni siquiera recuerda su nombre ni reconoce su cara. En mi infancia había álbumes con figuritas de los cracks y éstos tenían poca variación en el tiempo. Se juntaban durante todo el año escolar. Hoy directamente no existen. Es que si se hicieran se correría el riesgo de que quedaran desactualizados antes de salir o de que los niños ni siquiera reconocieran los jugadores. Piensen, por ejemplo, lo que ha pasado en el medio de este año en Peñarol. Se fueron Forlán, Aguirregaray, Aguiar, Diogo, Ifrán, Valverde, Guillermo Rodríguez, Gianni Rodríguez, Viega, Luque, Valverde, y vinieron unos cuantos nombres rejuntados prácticamente desconocidos. Imaginen un album de figuritas que se hubiera largado allá por marzo o abril. Imposible. U otro que hubiera largado ahora, cuando los grandes renovaron casi todo tu plantel con muchos jugadores que no los conoce casi nadie.

Como contrapartida existe, es cierto, una muy superior identificación del público con  los jugadores de la selección, alentada por la resurrección que ésta ha tenido en los últimos tiempos.  Hay jugadores que han permanecido mucho tiempo en la selección– algunos demasiado – en contraste con lo que ocurre en los clubes. De hecho nunca como ahora se ha visto tanto jugador de la selección haciendo cortos publicitarios o en impresos de propaganda. Y como dato relacionado con el anterior hay mucha gente que ni idea tiene de donde jugaban antes los jugadores de la Selección, porque en realidad la mayoría lo hizo poco tiempo en cuadros locales. Son muy pocos los integrantes del mal llamado “proceso” claramente identificados con un equipo: Suárez, Lodeiro o Abreu con Nacional, Arévalo Ríos o el Cebolla con Peñarol o Cavani con Danubio. ¿Cuánta gente se acuerda donde jugaban antes Lugano, Godín o Palito Pereira? Forlán, incluso, antes de jugar en la selección nunca había jugado en un equipo uruguayo. Y se da el caso curioso de Suárez, que, claramente identificado con Nacional ha anunciado que difícilmente termine su carrera en el bolso, ya que quiere ser recordado en asociación con la selección y no con un equipo.

Algo parecido, o peor incluso, pasa en el básquetbol. Había una época – los 60, los 70, incluso hasta los 80 – en que los jugadores se identificaban claramente con sus equipos. Decir Tato López, por ejemplo, era decir Bohemios, igual que De León, Campaña, Bertullo, Vannet, Luchessini, Pierri. ¿Durante cuánto años el club Tabaré paseó el quinteto Gómez, Poyet, Márquez, Piñeiro y Otero por los rectángulos de basket, además de mantener durante mucho tiempo a algunos suplentes como Pohosky o el Pulpo Freire? Seguramente más de una década.   Manolo Gadea era Atenas (jugó 17 años en el club); igual que Layerla, Kurupatúa, Laurnaudie, Chelle. Como Ciavattone y Mera eran Stockolmo; Peinado, Caneiro Sporting; Nin, Larriera, Blixen Trouville, Pisano, Perego, Albornoz Olimpia; Lage, Waston; Fossa, Moltedo, Venditto Malvín; Moglia, Ceriani, Maya, Welcome; Gubba, Magliano, Quico López, Capurro; Badano, Laborde, Viola, Santelli Aguada; Barizo Neptuno; Bomio Peñarol… y así podríamos seguir. Los que cambiaban de equipo eran pocos, y por ello llamaban mucho la atención. Fue un escándalo el día que Washington Poyet dejó de jugar dos años para así eludir normas del amateurismo de entonces e incorporarse a Peñarol. Recuerdo haber estado en el partido de reaparición de Poyet, jugando ahora en Peñarol y – vaya casualidad – le tocó jugar en su debut contra Tabaré. La hinchada del equipo gris estaba furiosa y le gritaban al ex ídolo todo tipo de insultos (vendido, traidor),  a la par que le arrojaban moneditas. Según decían el club le había pedido una mano para que le ayudara a zafar del descenso y él les dijo que se quería retirar. Luego terminó contratado por Peñarol, que en esos momentos, en los albores del profesionalismo había empezado a traer jugadores de otros equipos, como Ramiro de  León y Manolo Gadea. Algo parecido ocurrió con Hebraica y Macabi contratando al Chumbo Arrestia y a Daniel Borroni. Luego los cambios comenzaron a ser cada vez más normales hasta la situación de hoy en la cual hay jugadores que juegan por un equipo en el Metropolitano de Ascenso y por otro en la Liga Uruguaya el mismo año. ¿en cuántos equipos jugaron grandes cracks como García Morales, Osimani, Barrera, el Bicho Silveira, el Sapo Rovira, etc?.  Por otra parte,  la Liga Uruguaya (que ya volvió a ser montevideana como el viejo torneo federal) se alarga innecesariamente jugándose varias ruedas y clasificatorios bastante inútiles, ya que todo se define al final en los play-offs. Aún así se juega durante seis meses en el año. Como contrapartida la liga de ascenso (el ex-metropolitano) es demasiado breve y tiene la característica que los equipos que la ganan están sin jugar más de un año  . Si el ascenso termina a principios de setiembre,  la liga empieza a mediados, pero los que ascienden tienen que esperar hasta mediados de setiembre del otro año. Mientras, no hacen nada. Así también es complicado identificarse con equipos o jugadores. Dicho sea de paso nuestro basquet ha venido perdiendo posiciones a nivel internacional. Antes teníamos asegurado el tercer puesto en Sudamérica y por ahí alguna vez nos colábamos más arriba, ya que Brasil o Argentina no eran tan accesibles. Hoy el tercer lugar lo ocupa Venezuela y nosotros somos cuartos cómodos. Y de clasificar a un campeonato del mundo u Olimpíada ni hablemos. Hoy por hoy es prácticamente ciencia ficción.

Volviendo al fútbol, la falta de identificación del hincha con los jugadores, unido a la mediocridad con que se juega y la falta de logros a nivel internacional forman un combo demasiado fuerte para que el futbol a nivel doméstico resulte atractivo.  A eso le tenemos que agregar todos las características de subdesarrollo extremo de nuestro juego: las canchas con líneas mal pintadas o torcidas, estadios destrozados, campos de juego inundados que tienen que ser desagotados con colchones de polifón,  violencia adentro y afuera de la cancha, campeonatos que no se sabe si comienzan porque el Ministerio del Interior no se pone de acuerdo con los clubes, para ver quién tiene que encargarse de la seguridad,  partidos jugados a puro pelotazo de punta y para arriba y clubes de primera división que no tienen dinero para pagarle a los jugadores en fecha y a veces tienen que salir a pedir prestado para poder comenzar el campeonato. De hecho en los últimos años han desaparecido equipos de mucha tradición. Los más notables son Bella Vista y Huracán Buceo. 1/. Siempre me he preguntado qué hacen los hinchas de estos equipos que no tienen por quién hinchar.  2/

Y los dirigentes todavía encima apuestan a viejas fórmulas ya probadas y fracasadas: mantener un número elevado de clubes en primera división (con 12 sería más que suficiente), inventar campeonatos a los que nadie les dará bola, como el Torneo Intermedio y que seguramente serán aprovechados por los clubes para probar sus nuevos jugadores, dado que entre el Apertura y el Clausura se les irán la mitad de éstos y la frutillita de la torta será el invento de un nuevo sistema de puntajes basado en promedios para determinar los descensos, cosa de que nadie entienda nada.

En unos días se supone que comienza un nuevo campeonato uruguayo, esta vez con las características de “especial”. El fútbol under, de cabotaje, se paseará con toda su cruel mediocridad y tristeza por las canchas uruguayas, dejando una huella que se borrará rápidamente.

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1/ De hecho este fenómenos ha sido más intenso en el básquetbol y aquí tiro unos nombres de equipos que no existen más: Peñarol, Neptuno, Unión, Aurinegro,   Atahualpa Oxford, Liverpool, Cissa Maroñas, Rápido Sport, El Faro, Buceo, Barrio Obrero, Barcelona, Cerrito, Layva, Las Bóvedas, Blue Star, Caua,  Sisley, Domingo Savio, Don Orione, Palermo, Paysandú, Olimpic Belgrano, Naga, Victoria,  Urupan

2/ Mi padre me contaba como fue durante muchos años hincha del Club Solferino, el equipo en el cual debutó Perucho Petrone y cómo tuvo que elegir otro equipo cuando éste desapareció.