La noticia me llegó temprano en la mañana y no pude menos que alegrarme, hasta emocionarme, lo confieso. A Bob Dylan le acaban de dar el Premio Nobel de literatura. Yo sé que la concesión de un Premio Nobel es algo tan arbitrario como un Oscar, como el premio del concurso de Miss Bum Bum o el que le dan al Jugador Yumbo del partido. Todo premio otorgado por un jurado es siempre absolutamente discutible. Más aún, diría que el Nobel es un premio que genera ciertas dudas, cuando vemos como muchas veces lo han ganado escritores desconocidos o de dudosa calidad, como Winston Churchill , (que habrá sido muy bueno como estadista, pero ¿literato?) o Saramago (una versión portuguesa y algo mejorada de nuestro Benedetti), o cuando se han postergado a algunos de la talla de Borges, – qué forma de llorar por mí, Argentina – Cortázar, Tolstoi, Kafka, Rulfo, Virginia Wolf, Joyce, Greene, Proust, García Lorca, José Donoso, Paul Von Deck, Antonio Machado; (aclaro por la dudas que no he leído a todos estos autores, aunque sí a unos cuantos de ellos). Muchas veces el Nobel ha sido manipulado por cuestiones políticas. Es bien conocido el empecinamiento en negárselo a Borges, por ejemplo, o la concesión de dársela a un comunista (Neruda), porque el año anterior se la habían dado a un anticomunista (Soljenitzin). En algunos fundamentos vemos que no se premia precisamente (o solamente) las virtudes literarias. Así cuando se lo otorgaron a Churchill las razones son: «por su dominio de las descripciones biográficas e históricas así como por su brillante oratoria en defensa de los valores humanos exaltados». O a Bertrand Russell: «en reconocimiento de sus escritos variados y significativos en los que defiende los ideales humanitarios y la libertad de pensamiento». No hay demasiada alusiones a las virtudes literarias propiamente dichas. Ni qué hablar del premio Nobel a la paz otorgado a gente como Kissinger, Le Duc Tho, Pérez Esquivel (alcahuete de cuanto gobierno autoritario de izquierda existe), Yaser Arafat, Isaac Rabin, Shimon Pérez o la Unión Europea. Son curiosos – por ejemplo los casos de algunos gobernantes como Kissinger, Shimon Perez o Arafat que
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